Quieren que, sin esfuerzo por su parte,
cante el tocón la suite del violonchelo,
ganar la gloria sin sudar el suelo
llamando alma al error, al azar, arte.
«Comerás de mi pan hasta saciarte»
—magno inocente, oráculo del cielo—.
Y devoraron grano y cornezuelo,
al que siega, al que amasa, al que reparte.
Les nacen los poemas como ortigas,
vergonzosos que son vanos laureles
a la noble labor de las espigas.
Incultos huertos, fáciles vergeles
labranza del gandul, maestro Ciruela
que no sabía leer y puso escuela.
(Darro, 20 de mayo de 2018)
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