miércoles, 27 de enero de 2021

Oración en tiempo de terremoto

 
O
h, Dios,
que asentaste la tierra sobre sus cimientos,
apiádate de los que están atemorizados
y atiende bondadoso las súplicas,
para que, alejado el peligro del terremoto,
sintamos siempre tu amparo
y, seguros con tu protección,
te sirvamos con gratitud.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

(Misal Romano, misas en diversas necesidades nº34)

lunes, 25 de enero de 2021

Soledad de Adán (égloga)

 A Antonio Alcaide

Adán, orgulloso de haber conocido
a Eva bajo el manzano,
enseña la tentación dormida entre sus piernas
a los curiosos ángeles sin sexo
que custodian su inocencia.

(Antonio Alcaide, Los días del diluvio)

Al pie del alto olivo
tendido Adán dirige entre las hojas
su mirada, su voz, su pensamiento,
apenadas y altivo,
al cielo, que portando sus congojas
ascienden por la escala azul del viento.
Eterno es el momento
e infinito el lugar de su reposo,
pentagrama callado
e instrumento soñado,
en el jardín florido y tenebroso
donde el latir del pecho
única es vibración de alma y lecho.

Riegan el paraíso
frescos —cuando no lágrimas— torrentes
que fluyen de la nieve a la pradera,
imperio del narciso
que flores sueña y busca diferentes
con ansias de imposible primavera.
Crían por la ribera
verdura el suelo y frutos los frutales;
del escarpado risco
a la paz del aprisco,
leche la cabra da, queso a raudales,
y la abeja fecunda
tanta dará más miel que él pena efunda.

En superior revuelo,
despreocupadamente libadores,
acicalan con óleo su plumaje,
sin sexo y sin anhelo,
pura inocencia en juegos voladores,
de celestiales hilos nudo encaje,
diverso su linaje,
con súbito estupor, susto inaudito,
ángeles por la fronda
cuando divisan monda
la que su propio —amor sin apetito—
cuerpo no les inflama,
de aquél que bajo olivas yace, llama.

Íntimas las hormigas
por el circuito ocluso de sus venas
de la oculta raíz al tronco avanzan
y, táctiles aurigas,
venciendo soledades y cadenas
galopan, corren, brincan, fluyen, danzan
mientras pesados lanzan
la montaña doliente el eco alado
y el bosque su lamento,
a su voz instrumento,
del vientre sur al norte iluminado
por frágiles estrellas,
constelación de estériles querellas:

«¡Oh, puros querubines,
ya que mi bajo llanto al alto cielo
no mueve, o mi cantar, extraviado
silenciosos confines,
inmanente mi herida y mi desvelo
en desierto jardín, yermo poblado
dispersa sin cuidado
entre felices múltiples criaturas
e incontables bondades,
mirad mis soledades
y elevadlas a quien mis desventuras,
divina entraña humana,
término quiera dar, mujer, manzana!»

Canción: el bajo olivo
mínima es parte de su larga umbría
cuando ascienden los ángeles al cielo;
signo interrogativo,
la desbandada en burla y lejanía
no otra respuesta da a su desconsuelo.
Y la luna creciente
tanto apaga su voz como el poniente.

(Darro y Roquetas de Mar, 20-26 de abril de 2017)

domingo, 24 de enero de 2021

Vírgenes romanas (romance)

Canta, lengua, la pasión
de Inés, Cecilia, Anastasia,
tanto mártires valientes
como vírgenes sensatas.

Un prostíbulo es su celda
—no tanto como su alma—;
reja de su cuerpo blanco,
su cabellera imbricada.
Ojos lascivos se ciegan
y ella benigna los sana
por que dirijan al cuello
dura violación de espada.
¡Oh, loba, que a los cristianos
tan dulcemente amamantas!
Canta, lengua, la pasión
de Inés, Cecilia, Anastasia.

Casta esposa y madre virgen
de su marido la llaman;
senadora limosnera,
noble Antígona cristiana.
Segundo toma bautismo
entre las ardientes aguas
y tercio de sangre fría
que inunda la Vía Apia.
Piedad justa a Dios y al hombre,
te envidian Minerva y Diana.
Canta, lengua, la pasión
de Inés, Cecilia, Anastasia.

Pura patricia mendiga,
fuerte esposa maltratada,
caridad de prisioneros
la prisionera en su casa.
Entre las llamas fecundas
era flor resucitada:
le florecieron sus pechos
de rosa recién cortada.
Canta, lengua, la pasión
de estas vírgenes romanas,
azucenas de la Iglesia,
Inés, Cecilia, Anastasia.

sábado, 23 de enero de 2021

La poesía no es para todos

Quieren que, sin esfuerzo por su parte,
cante el tocón la suite del violonchelo,
ganar la gloria sin sudar el suelo
llamando alma al error, al azar, arte.

«Comerás de mi pan hasta saciarte»
—magno inocente, oráculo del cielo—.
Y devoraron grano y cornezuelo,
al que siega, al que amasa, al que reparte.

Les nacen los poemas como ortigas,
vergonzosos que son vanos laureles
a la noble labor de las espigas.

Incultos huertos, fáciles vergeles
labranza del gandul, maestro Ciruela
que no sabía leer y puso escuela.

(Darro, 20 de mayo de 2018)

miércoles, 20 de enero de 2021

Delante de las Columnas de Heracles: aspectos geométricos

νῆσον γὰρ πρὸ τοῦ στόματος εἶχεν ὃ καλεῖτε, ὥς φατε, ὑμεῖς Ἡρακλέους στήλας (Platón, Timeo 24e)

Es la localización (tomada de Plato, 1903) que da Platón en su diálogo Timeo para la misteriosa isla Atlántida. Muchas han sido las localizaciones que diversos autores han propuesto para la isla, hasta ahora no encontrada: distintos lugares del Mediterráneo, el Mar del Norte, diversos puntos de las costas atlánticas andaluzas y marroquíes, varias islas atlánticas (Canarias, Madeira, Azores, islas del Caribe...) o remotos lugares del continente americano.

Es evidente que no cualquier yacimiento arqueológico submarino de la Antigüedad puede identificarse con la Atlántida de Platón por el mero hecho de que se encuentre sumergido en la actualidad. Una condición necesaria, aunque no suficiente, para admitir tal identificación es que el candidato cumpla la restricción que establece la preposición πρὸ que emplea Platón. Revisemos algunas traducciones:

  • "Habia, en efecto, una isla, situada frente al estrecho, que en vuestra lengua llamais las columnas de Hércules" (traducción de P. Azcárate en Platón, 1872, pp. 159-160).
  • "dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros, así decís, llamáis columnas de Heracles" (traducción de M. A. Durán y F. Lisi en Platón, 1992, p. 167).
  • "pues tenía una isla delante de la desembocadura que vosotros llamáis, según decís, columnas de Heracles" (traducción de J. M. Pérez Martel en Platón, 2016, p. 69).

Aceptada la tesis que afirma que las Columnas de Heracles (o de Hércules) son el Estrecho de Gibraltar —otro día hablaremos de este asunto—, la preposición πρὸ establece que la isla Atlántida estaba frente al Estrecho de Gibraltar o delante de él; y, además, en la zona atlántica y no en la zona mediterránea, pues poco antes Platón ha escrito que la civilización atlante invadió extensas regiones de Europa y Asia ἔξωθεν ὁρμηθεῖσαν ἐκ τοῦ Ἀτλαντικοῦ πελάγους (Timeo 25e), es decir, desde fuera (ἔξωθεν) (se entiende desde fuera del Mediterráneo, por el contexto griego donde tiene lugar el diálogo platónico), desde (ἐκ) el Mar Atlántico.

La combinación del sentido de delante de o frente a de la preposición πρὸ y del adverbio fuera (fuera de las Columnas) da como resultado la traducción, que a veces se ha visto, más allá de las Columnas de Hércules, influenciada probablemente también por la famosa expresión non plus ultra asociada a las costas atlánticas españolas hasta el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

Pero la traducción más allá de las columnas es una traducción intepretada del texto platónico, una pequeña pero importante exégesis que, además de no tener justificación filológica, amplía la localización de la Atlántida desde las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar hasta cualquier lugar que se quiera en dirección al oeste: desde Tarifa o Tánger —por decir dos puntos próximos— hasta Hawai o el Mar de Bering —por decir algunos puntos occidentales remotos—; pues tanto Tánger como Hawai están más allá del Estrecho de Gibraltar si nos situamos en el Mediterráneo, de modo que decir más allá de las Columnas de Heracles nos parece tan impreciso como no decir nada o decir en algún lugar de mundo hacia Occidente —y, puesto que la Tierra es redonda, cosa que ya sabían los griegos, el Occidente puede ponerse tan al oeste como queramos, incluso en Atenas—.

George Díaz-Montexano, que es uno de los pocos investigadores de la Atlántida de Platón —no de otras Atlántidas— que puede acceder con rigor y conocimiento a las fuentes textuales antiguas en sus lenguas originales, ha puesto puertas razonables a este campo inmenso:

Los defensores de la Atlántida en el Caribe o en otros lugares de América, siempre usan traducciones inglesas donde la preposición griega πρo (pro) es traducida erróneamente como "opposite" (opuesta) o "beyond" (más allá). Esta traducción bastante imprecisa (por no decir errónea), ha favorecido la extendida opinión de que la Atlántida entonces podría haber estado en cualquier lugar del Atlántico, por muy lejos que estuviera éste de las mismas Columnas de Hércules, o Gibraltar, ya que, a fin de cuentas, se puede entender que cualquier isla en el Caribe (y hasta en el otro lado de América, en el Pacífico) está "opuesta" al estrecho de Gibraltar, o "más allá de" este, pero la realidad es que Platón usa la preposición griega πρo, cuyo significado siempre ha sido lo que está ante, delante, o enfrente de algo, pero siempre de manera muy próxima, a la vista, nunca usada para ubicar algo tan distante, fuera de todo alcance de la vista humana como sin duda alguna lo está cualquier isla situada más lejos que Cádiz o Madeira, considerando a esta última como el punto más remoto posible que podría ser admitido desde el punto de vista de la lexicografía griega clásica. (G. Díaz-Montexano, 2012, p. 93).

Creo que en esta cita hay ciertos detalles que requieren algún comentario. En primer lugar Díaz-Montexano intepreta la palabra griega πρo (que escribe sin acento gráfico en la letra o) como preposición, y no como adverbio. En realidad esto no es demasiado importante, ya que, aunque en el texto platónico el término se encuentra ante un sustantivo con su artículo (πρὸ τοῦ στόματος) y lleva acento grave en la edición de Burnet que manejamos aquí desde el principio, el verbo εἶχεν se encuentra a continuación al final de la oración, como es usual en la lengua griega: en ambos casos, tanto si consideramos πρὸ, con acento grave, como preposición, como si consideramos πρó, con acento agudo, como adverbio, el significado es idéntico.  En todo caso, por posición y por otrografía hay que interpretarla como preposición.

En segundo lugar notamos que Díaz-Montexano no cita esas traducciones inglesas que menciona.  Sin embargo, no creo que sea difícil encontrar algunas, aunque no es ese el propósito de este trabajo.  Sí que se extiende unas páginas más adelante al aportar distintos usos de la preposición griega en varias fuentes clásicas.

En tercer lugar —y éste sí es el propósito— el autor sugiere como límite del campo visual que relaciona con la preposición πρὸ la isla de Madeira, que se encuentra a unos 500 Km. del Estrecho de Gibraltar; límite que parece demasiado generoso.  Lo que vamos a hacer a continuación es estimar con un planteamiento geométrico cuál es la distancia a la que una cierta elevación queda fuera del alcance de la vista en la superficie terrestre a causa de la curvatura del planeta, lo que nos permitirá dibujar en torno al Estrecho de Gibraltar un área de probabilidad para la localización de la Atlántida platónica.

Antes de resolver este problema haremos dos simplificaciones. La primera: consideraremos la Tierra como una esfera perfecta de radio R=6371 Km.  Se trata de una simplificación habitual, dado que la diferencia entre el radio ecuatorial y el radio polar de nuestro planeta es de unos 20-21 Km.  También dejaremos fuera del planteamiento toda circunstancia de naturaleza no geométrica, como la variación de la visibilidad en la atmósfera terrestre por fenómenos meteorológicos (nubes, niebla...) o la presencia de obstáculos debidos al relieve.

Como la luz a estas escalas se propaga en línea recta, podemos trasladar el problema desde la esfera a una circunferencia en el plano: es la segunda simplificación.  Así, comenzamos a plantear el problema y a introducir notación.

En un sistema de coordenadas cartesianas en el plano consideremos una circunferencia de centro O=(0,0) y de radio R.  Sea P un punto cualquiera de la circunferencia en el interior del primer cuadrante.  Sea θ el ángulo, medido en radianes y en sentido positivo, que forma la recta r que pasa por O y por P con el eje vertical.  Sea P' el punto de intersección de r con la recta horizontal y=R.  Sea h la distancia entre los puntos P y P' y sea L la longitud del arco que une los puntos (0,R) y P. Queremos calcular L en función de h.

La explicación geográfica de este formalismo geométrico es la siguiente: un observador perderá de vista la cumbre de la elevación de altura h situada sobre el punto P si se aleja más allá del punto de coordenadas (0,R), el polo norte de la circunferencia (o círculo máximo) que une su posición con la base P de la elevación y que se encuentra a una longitud L sobre la superficie terrestre: en el gráfico se representan un observador y una montaña.

Resolvamos ahora el problema.  Mediante cálculos trigonométricos elementales obtenemos que las coordenadas del punto P' son (R cotg α, R), donde α = π/2 - θ.  Como el triángulo de vértices (R cotg α, 0), P' y O es rectángulo en (R cotg α, 0), por la aplicación del Teorema de Pitágoras obtenemos la igualdad

(R+h)² = (R cotg α)² + R²

y operando llegamos a

α = arcsen [R/(R+h)]

de donde

θ = π/2 - arcsen [R/(R+h)].

Por último, puesto que la longitud de arco L del sector circular determinado por el ángulo θ (medido en radianes) en la circunferencia de radio r es L = Rθ, resulta que

L = R[π/2 - arcsen [R/(R+h)]],

que es la expresión que buscábamos.

Apliquemos esta expresión obtenida para calcular la distancia máxima desde la que se pueden divisar alturas h correspondientes a las cumbres de la isla Atlántida desde el mar, que aproxima la forma esférica de la Tierra.   Como la isla de Madeira, la más lejana que admite Díaz-Montexano, alcanza una altura de 1861 msnm. (metros sobre el nivel del mar), ya tenemos una primera cota para la altura.  Para obtener algunos otros valores útiles de h, acudamos al relato de Platón donde describe la topografía de la Atlántida:

El centro de la isla estaba ocupado por una llanura en dirección al mar, de la que se dice que era la más bella de todas, y de buena calidad, y en cuyo centro, a su vez, había una montaña baja por todas partes, que distaba a unos cincuenta estadios del mar. (Critias 113c; traducción de Pérez Martel en Platón, 2016, p. 285).

Aunque la expresión montaña baja por todas partes (ὄρος βραχὺ πάντῃ) no es especialmente precisa, nos resulta, sin embargo suficiente para situarnos en un rango de altitud de orden hectométrico más que kilométrico.  Notemos, finalmente, que las altitudes en msnm. de algunas localidades próximas al estrecho no llegan a los 100 m.

Así, pues, podemos construir la siguiente tabla:

Con estas cifras ya podemos concluir que la isla de Madeira no se puede identificar con la Atlántida platónica no sólo por su elevada altitud sino por encontrarse a unos 500 Km. de las Columnas de Heracles, una distancia mucho mayor que los 154 Km. tras los que queda oculta a la vista por la redondez de la Tierra.

Si nos situamos en un rango de altitudes entre 0 y 10 msnm. para la isla, podemos dibujar el siguiente mapa en el que se colorea de verde el área centrada en el Estrecho de Gibraltar desde donde se tendría a la vista una elevación de hasta 100 msnm., y en amarillo el área desde la que se divisarían las cumbres de una elevación de hasta 1000 msnm:


La localización de la Atlántida, pues, tal y como la describe Platón, sería muy probable en la zona marcada en verde y probable también en la zona marcada en amarillo, excluyéndose en ambos casos las áreas mediterráneas.  Fuera del círculo amarillo no es de esperar ningún elemento que pudiese situarse delante (πρὸ) de las Columnas de Heracles.  Es lo que puede aportar la geometría a la acotación de las distancias vinculadas a la preposición πρὸ según la apreciación de Díaz-Montexano.
 
Referencias:
  • Díaz-Montexano, G. (2012), Atlantis<>Tartessos. Aegyptius Codex. Clavis. Epítome de la Atlántida Histórico-Científica. Turpin Ediciones.
  • Plato (1903), Platonis Opera, ed. John Burnet. Oxford University Press, disponible en la página web del Proyecto Perseus.
  • Platón (1872), Obras completas de Platón (tomo VI). Diálogos. El político. Timeo. Critias. Madrid: Medina y Navarro, Editores.
  • Platón (1992), Diálogos VI. Filebo, Timeo, Critias. Madrid: Gredos.
  • Platón (2016), Ión, Timeo, Critias. Madrid: Alianza.