Pillot, G. (1975), El código secreto de la Odisea. Los griegos en el Atlántico. 3ª ed. Barcelona: Plaza & Janés. |
El descubrimiento de los restos de la ciudad de Troya por Schliemann tenía que plantear necesariamente la hipótesis de que el otro gran poema homérico también estuviese basado, de algún modo, en hechos reales: en realidad desde siempre se ha tratado de reconocer en los pueblos, pasíses y accidentes que componen la geografía mítica del poema diversos lugares de la cuenca mediterránea. Incluso ya algunos comentaristas antiguos situarion el viaje de Odiseo en aguas del Atlántico, más allá, diríamos, de las Columnas de Heracles.
En realidad esto es bastante razonable: en la Odisea se habla de mareas desconocidas en el Mediterráneo, y de noches o días de duraciones propias de las áreas cercanas al círculo polar... Pero, sobre todo, es difícil admitir que un marino experimentado, que ha ido a la guerra de Troya, se pierda en el Mediterráneo —que, como dice un amigo mío, "es un charco"— y no reconozca los pueblos ribereños de un mar que, pocos siglos después, los romanos consideraban como el patio de su casa.
En el libro que hoy nos ocupa, su autor, Gilbert Pillot, no sólo adopta la hipótesis atlántica para el viaje de Odiseo —a quien llama por su nombre latino Ulises—, sino que elabora un preciso itinerario en el que señala uno por uno los lugares visitados por el navegante con precisión extrema.
En la primera parte del libro (hasta el capítulo 4), Pillot, a partir de la navegación de Telémaco por regiones conocidas del Mediterráneo, que se encuentra en los cantos III y IV de la Odisea, se calcula la velocidad de los navíos; con este dato, se estiman las distancias correspondientes a los distintos tramos de navegación —que en el poema se dan en jornadas— por el Atlántico para reconstruir la ruta de Ulises. Se complementa con una orientación a partir de las constelaciones del Zodiaco, hasta llegar a identificar con sorprendente precisión los distintos lugares que visita.
La segunda parte de la obra, (capítulos 4 a 8) nos narra otro viaje: el que realizó personalmente Pillot por el norte de las Islas Británicas para tratar de comprobar in situ las coincidencias de aquellos parajes con algunos de los descritos por Homero en su epopeya. Concluye el libro con un extraño capítulo noveno que contiene una sorprendente valoración de Ulises y una graciosa hipótesis sobre un vigésimoquinto canto de la Odisea deliberadamente censurado y eliminado desde la Antigüedad, a partir del precipitado y casi de compromiso final del poema homérico.
Más allá de las localizaciones en extremo precisas que se atreve a proporcionar el autor —y no si esmeradas justificaciones, por cierto—, lo que nos parece más valioso de esta obra es la explicación en términos económicos —de sabor muy marxista— que se hace del viaje de Odiseo: se trataría de la descripción —en clave, para que solamente los iniciados puedan conocerla— de una ruta hacia las Casitérides —islas habitualmente identificadas con las Islas Británicas— que trataría de romper el monopolio tartésico sobre el comercio del estaño en el Meditérráneo: se trataba de conseguir el estaño por sí mismos, sin otros intermediarios. Así, por ejemplo, Pillot explica que, tras pasar por las Columnas de Heracles (Estrecho de Gibraltar), la expedición navega hacia el sur, para evitar el territorio tarteso, hace escala en Canarias y sube hasta tierras británicas aprovechando los vientos y las corrientes de la zona.
No sabemos si esta explicación —que no nos parece mal elaborada— será cierta. En todo caso, consideramos que hoy podemos afirmar que lo que hay de trasfondo real en el poema homérico puede describirse como un conjunto de tradiciones marinas —tanto mediterráneas como atlánticas— elaboradas en distintos momentos por diversos autores o comunidades, y que ulteriormente fueron compiladas en la unidad de un poema épico por Homero —a quien Pillot siempre nombra entre comillas, por lo discutido de su figura y de su autoría; no entraremos aquí, desde luego, en la cuestión homérica—. De este modo, entendemos el contenido de la Odisea del mismo modo que hoy se emplican antiguos libros, como los del Pentateuco bíblico, como una compilación de tradiciones que convergen finalmente en una compilación en forma de relato protagonizado por un personaje destacado (Abraham, Moisés, Aarón...); en nuestro caso, convergentes en la figura de Odiseo, a quien se convierte en protagonista de todos los relatos reunidos en una sola gran aventura.
En todo caso, reconocemos en El código secreto de la Odisea un intento loable de fundamentar la tesis atlántica para el viaje de Ulises, aunque aceptemos aquí una versión más atenuada —compilación de tradiciones marinas, no todas necesariamente atlánticas— y no podamos pronunciarnos sobre la motivación económica o comercial que defiende el autor. Por lo demás, el libro está escrito en un estilo directo que contiene mucha información sobre el proceso que siguió el autor durante sus investigaciones, lo que hace amena la lectura incluso en aquellas partes en que nos abruman las cifras y los cálculos geométricos que expone detalladamente. Delicioso, en este sentido, el relato de su propio viaje en busca de los lugares de la Odisea por tierras británicas e irlandesas.
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